domingo, 14 de noviembre de 2010

Cuando el alimento no es un derecho



Durante las últimas semanas apenas he podido encontrar un momento para consultar el correo electrónico, por lo que colgar un post era una utopía. Sin embargo, y gracias a un trabajo de clase de un curso al que asisto, he tenido la oportunidad de profundizar en un tema que hace bastante tiempo tenía marcado como pendiente: Monsanto.

La mayoría de los que lean ese nombre se quedarán con cara de "vale, ¿qué es eso?".

Monsanto es una empresa estadounidense creada en 1901 por un químico llamado John Francys Queeny y que puso ese nombre a la compañía en honor a su esposa (es el apellido de ella). Un acto romántico para un negocio basado, en sus inicios, en la fabricación y venta de sacarina.

A lo largo del siglo XX Monsanto diversificó sus actividades gracias a la adquisición de compañías del ámbito químico, como fabricas de plásticos o resinas. Sin embargo, fue a partir de la década de los 60 cuando la empresa empieza a ser conocida mundialmente, y no por sus actos de caridad. Estados Unidos estaba embarcada en la guerra de Vietnam en esa década, y decidió contratar a grandes empresas químicas con el objetivo de desarrollar un herbicida que matara las cosechas de los vietcongs para, de ese modo, desgastar sus reservas durante el conflicto. Monsanto creó para tal fin el llamado "Agente Naranja", un "herbicida" que mató a 400.000 asiáticos, dejó secuelas en más de 500.000 niños y afectó a los cultivos y recursos hídricos durante las décadas siguientes. De hecho, muchos soldados americanos fueron afectados por el agente naranja y a su vuelta a la amada patria quisieron denunciar a su propio gobierno. Lamentablemente para ellos, el Tío Sam sabe lo que se hace y en el artículo 38 de la Constitución deja bien clarito que ningún soldado podrá acusar de nada a su país sea cual sea el perjuicio o daño personal derivado de un enfrentamiento militar. ¿Qué opciones les quedaban? Denunciar a la empresa que inventó en famoso agente. El resultado, como no podía ser de otro podo, fue la desestimación de las acusaciones (Monsanto disponía de otro ejército, el de abogados). 

Los últimos 50 años Monsanto se ha convertido en uno de los mayores imperios del mundo, sobre todo gracias a los alimentos genéticamente modificados o transgénicos y a su herbicida Roundup. Tanto es así que la empresa casi duplica (según datos de 2009) la producción y facturación respecto a su inmediato competidor, Dupont.

En su camino hacia la cumbre la compañía ha sufrido ataques importantes: críticas a sus herbicidas biodegradables (que después se demostró que no lo eran), a sus hormonas para la mayor producción de leche de vaca (que generaba diversas enfermedades en los animales y que podían traspasarla a quien consumieran los productos derivados de ellos), a sus productos de potenciación agrícola (utilizando para ello uno de los 12 productos más tóxicos generados por el ser humano, según las Naciones Unidas), multas por sobornar a altos funcionarios indonesios para que hicieran la vista gorda ante los análisis medioambientales que debían realizarse sobre plantas de algodón tratadas con productos Monsanto, suicidios de agricultores en la zona de Afganistán-Paquistan como consecuencia de la desesperación de los que no podían mantener a sus familias por no poder comprar las semillas de la empresa,e tc.

¿La última? (por si acaso, yo diría penúltima) Llevar a Haití cientos de toneladas de semillas de maíz transgénico para ayudar al país tras la tragedia sufrida en enero, cuando un terremoto devastó la nación. Un acto muy generoso por facilitar las semillas a bajo coste y alargar los plazos de pago. Sin embargo los haitianos han rechazado el uso de esas semillas ¿Se han vuelto locos?. 
Diversos estudios realizados a esas semillas indican que son un regalo hacia la dependencia de los productos patentados Monsanto, puesto que para que culmine la cosecha se hace necesario el uso del herbicida Roundup (no ofrecido de forma semi-altruista como las semillas), pero además la utilización de ese tandem condicionaría la productividad del suelo a esos productos, ya que las plantas germinadas serían estériles y los herbididas impedirían el crecimiento de plantas que no hubieran sido modificadas genéticamente para sobrevivir a ellos.

Cuando menos es interesante descubrir que lo más básico, el alimento, ha dejado de ser un derecho para convertirse en un visado hacia un dominio corporativo a escala mundial. No soy muy optimista respecto al futuro "libre" del ser humano, más bien creo que la libertad que tengamos dependerá de qué les interese más a los grandes lobbys.

Espero no tardar demasiado en escribir mi próximo post, pero de momento anticipo que en el futuro hablaré del agua, posiblemente el principal motivo de conflicto y guerra a partir de la segunda mitad del siglo XXI...al tiempo.


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