domingo, 23 de mayo de 2010

Los Guerreros de Xian como Príncipes de Asturias


Esta semana se ha informado que el premio Príncipe de Asturias, en su categoría de Ciencias Sociales, ha sido otorgado al equipo arqueológico de los Guerreros de Xian. Esta noticia, más que justa a tenor de la importancia del yacimiento, debería ser la primera de una serie interminable que han de producirse en los próximos años.

Pese a que no pretendo detallar todos los elementos que hacen del sitio un elemento único en el mundo (aquí podéis saber más), si me gustaría remarcar algunos datos: lo que actualmente conocemos del yacimiento es un conjunto numerosísimo de soldados de terracota en formación, incluyendo guerreros a pie, a caballo, arqueros, carros de gala - esos de bronce- etc. Varios miles de figuras únicas, ya que no se trata de elementos fabricados a partir de un molde, sino que cada soldado es diferente de los demás.
Todo esto, ya de por sí asombroso, al parecer no llega a ser más del 8% del conjunto arqueológico funerario de Qin Shi Huangdi, tal y como describe el historiador Sima Qian, ya que el enterramiento completo estaría compuesto por reconstrucciones de todos los elementos terrenales (palacios, utensilios, naturaleza artificial...), de modo que el emperador llegara al más allá en una morada similar a la disfrutada en vida.
El historiador habló de bóvedas celestes con incrustaciones de piedras preciosas que hicieran las veces de estrellas y, aunque parezca increíble, ríos de mercurio.
Pese a que son pocas las noticias que llegan hasta esta parte de globo, parece evidente que es cuestión de tiempo que este enterramiento pase a catalogarse como el mayor hallazgo arqueológico de la historia. A día de hoy se conoce la ubicación exacta de la colina-túmulo bajo el que se localiza el grueso del conjunto, además de que se han hallado restos de mercurio en espacios que podrían coincidir con el curso de los ríos artificiales. Las próximas décadas, que no años, ofrecerán respuestas a las incógnitas surgidas en 1974 con el descubrimiento accidental de los primeros restos del yacimiento.
Si hasta hoy entendemos una "obra faraónica" como un trabajo de enormes proporciones, esa expresión deberemos actualizarla y emplear "obra de Qin Sin Huangdi", ya que el emperador (hijo de su tiempo, es decir, que el valor de los demás seres humanos era nada) fue también el responsable de la unificación de diversos reinos y de los diferentes tramos de la que hoy se conoce como Gran Muralla China (En su origen eran tramos independientes y no una única obra).

martes, 18 de mayo de 2010

Coaching


La primera vez que escuché la palabra coaching fue de boca de una ex-jefa. En realidad, aparte de haberlo escuchado como referencia a entrenadores de fútbol en Inglaterra, no tenía muy claro a qué se refería cuando me contaba que era una profesión muy interesante por lo que puedes aportar a los demás y a ti mismo.

A partir de ahí indagué un poco más y leí algún libro centrado en esa temática (en esa fase sigo) y me sorprendió de forma muy positiva lo encontrado: una metodología para ayudar a las personas. Dicho de este modo suena exactamente igual a la definición que podría aplicarse a la astrología pero la diferencia del coaching es su finalidad y manera de alcanzar las metas.

El coach (que aunque literalmente debería traducirse como "entrenador" es más adecuado el vocablo "facilitador") tiene como fin ayudar al coachee ("entrenado") a desarrollar su máximo potencial a partir de él/ella mismo/a. El coach tiene como meta ayudarte a mejorar, pero el cambio viene de la propia persona. Eso, al menos para mi, es lo que le da un enorme valor al coaching. No impone, no sienta cátedra ni obliga a repasar doscientas veces la lección. Se facilitan las herramientas para que la persona interesada evolucione desde un estado de normalidad hacia otro de excelencia. Eso sí, la voluntad del coachee, su conciencia y responsabilidad para trabajar en los cambios que haya de realizar, son la verdadera clave.

Lo más impactante de todo es que la esencia del coaching, el núcleo duro (como diría Lakatos), se gestó hace 2500 años, cuando un tipo llamado Sócrates desarrolló en Grecia la mayeútica ("el arte de hacer nacer" -La madre del filósofo era matrona y él entendió que su sistema ayudaba a nacer la mente de las personas-), basado en la dialéctica ("técnica de la conversación"). Preguntas, pero preguntas pertinentes en el contexto y momento adecuado, con el fin correcto y eliminando críticas y juicios...Parece sencillo, pero es sumamente difícil dominar ese arte.

Además de los enlaces que hay a lo largo del texto, os dejo uno más. Éste os conducirá al blog de Pedro Manuel Jiménez, coach/facilitador, donde además de opiniones muy interesantes, encontraréis enlaces que sin duda merecen la pena visitar.

viernes, 14 de mayo de 2010

Universos paralelos, Michio Kaku y un enorme dolor de cabeza


Supongo que el hecho de que hace un tiempo colgara un post que hacía referencia a un programa de radio cuyo tema principal era la astrofísica, os habrá dado una idea de lo atrayente que me resultan estos temas.
Acabo de terminar la lectura de un libro sumamente interesante, titulado Universos Paralelos, de Michio Kaku (no digo nada, basta decir que dejo un enlace para que lo conozcáis un poco, y aunque su web parece más friki que científica, el cerebro del hombre es espectacular). Este americano de ascendencia japonesa consigue algo sorprendente: transmite de forma bastante clara y sencilla algunas de las cuestiones más difíciles de la cosmología y física de partículas. Bueno, siendo honestos, en mi caso he entendido con la primera lectura aproximadamente el 85% de las teorías, pero dejo en "pendiente" releerlo en un entorno que no sea el viaje en tren a Madrid para ahondar en ello (eso de que haya posibilidades de que un elemento esté en un sitio, en varios o en ninguno al mismo tiempo me tiene en shock).
El origen del universo, su evolución a lo largo de miles de millones de años, el futuro que nos espera como planeta desde la óptica física (e incluso filosófica), universos paralelos, multiverso, fases de nuestro espacio-tiempo, agujeros negros, blancos, teorías cuánticas, de cuerdas, la teoría M...
Si lo hubiera escrito en chino sería casi lo mismo, dado lo complejo de la temática. Sin embargo, Mr. Kiku traslada todos estos conceptos con ejemplos interesantes y atractivos. Aunque hay partes algo más áridas, en general el libro llega a atraparte como si se tratara de una novela de misterio en la que nosotros somos parte del argumento (lamentablemente, nuestro papel es de "mirones", al menos hasta ahora). Eso si, es indispensable disfrutar profundizando en estos misterios, de no ser así mejor empezar la trilogía de Stieg Larsson (de la que no he comentado nada por que ya se ha dicho de todo, pero desde luego, impresionante).
Saludos -cósmicos -, jóvenes.

martes, 4 de mayo de 2010

Red(es) de blogs


Hace unos años, cuando veía a Eduard Punset en la televisión, me preguntaba quién era ese individuo de pelo algo estrambótico y de vocalización extraña. Apenas prestaba atención al contenido por que me quedaba en eso, en la apariencia.
Incluso antes de tener constancia de la existencia de ese "tejedor de Redes", me pasaba exactamente lo mismo con un cantante de enorme éxito internacional, pero en el que yo sólo veía a un tipo esperpéntico que gesticulaba mucho y que siempre actuaba de luto. No debía tener más de diez o doce años y para mi Raphael era eso, más un bufón que un cantante.
Será que me hago mayor, aunque prefiero pensar que finalmente la curiosidad ha corrido más veloz que yo y ha conseguido alcanzarme, puesto que ahora no veo a ninguno de los dos de la misma manera. Obviamente, no puedo evitar sonreír de vez en cuando al ver os gestos del cantante y el doblaje que del catalo-inglés hace de sí mismo al español el divulgador. Sin embargo, en ambos casos veo y escucho más allá.
A día de hoy es esa curiosidad, ese bichito que se despertó hace una década, el que me anima a contaros cosas y a recomendaros programas de radio, televisión, libros y/o webs que me parecen interesantes.
Con todo, el título del post tendrá más sentido cuando pinchéis en este enlace (inteligencia emocional y social) y comprobéis como Punset, Family & Friends han creado una pequeña red de blogs de gran interés científico, social y personal. Considero que su lectura es una estupenda inversión de tiempo, sobre todo por las reflexiones que, derivadas de la misma, llevemos a cabo.
Inteligencia emocional y social, el bog de Eduard Punset, Redes para la Ciencia y Somos primates forman las cuatro caras visibles de un proyecto de divulgación muy interesante.
La curiosidad es como la nariz, que cada uno tiene la propia y en unos es más grande y afilada que en otros. Espero que la necesidad de nuevas fragancias os impulse a conocer estas recomendaciones.

sábado, 1 de mayo de 2010

Desconocidos




Allí sentada, Sara disfrutaba de un sandwich de pavo con queso y una coca cola. El aire era templado, quizá un poco caliente para tratarse del mes de mayo, y el cielo alternaba nubes con espacios despejados, de modo que los rayos del sol aparecían y desaparecían sin seguir un ritmo definido.
Llevaba tres meses trabajando en la consultora y siempre que hacía bueno salía a comer al parque. Demasiado tiempo pasaba encerrada en una oficina poco luminosa y en la que las relaciones personales brillaban por su ausencia, así que sentir durante un rato la brisa en la cara, los trinos de los pájaros o la tranquilidad de ser su única compañía durante una hora resultaba una tentación imposible de evitar.
Hizo una bola con el papel de aluminio que hasta un rato antes había envuelto su comida y probó a meterla en la papelera tirándola desde el banco en el que estaba sentada, a unos tres metros del objetivo. Falló.
Se levantó para recoger la pelotita y, tras hacer canasta a modo de mate made in Pau Gasol, se giró en dirección al banco. Entonces vio algo en lo que no había reparado hasta ahora. En la parte posterior de las maderas que servían de respaldo estaba pegado con celo un recorte de periódico. Lo cogió y comprobó que la noticia que contenía era bastante curiosa. “Grigori Perelman Vs Bobby Fischer: ¿genios incomprendidos?”.
El artículo resultó ser muy interesante, ya que describía la trayectoria de los protagonistas del título y de cómo ambos coincidían en dos elementos. Por una lado una inteligencia espectacular. Por otro, su rechazo a los convencionalismos sociales y normas establecidas como políticamente correctas.
Sin embargo, lo que realmente captó la atención del recorte estaba escrito a lápiz al final de la noticia. “Esto da que pensar ¿merece la pena ser un superdotado antisocial o es mejor ser una persona convencional integrada en la sociedad?”.
A Sara le dio la impresión de que la pregunta no era retórica, es decir, que no era una reflexión del autor para sí mismo. Alguien se había tomado la molestia de recortar esa noticia, pegarla en el respaldo de un banco del parque y escribir algo. Parecía una invitación a iniciar un diálogo.
Pensó en la pregunta. Ella no era ningún genio, más bien había sido una estudiante del montón que sólo obtuvo buenas calificaciones en arte y que había obtenido un trabajo de auxiliar de administrativo en una consultoría gracias a los contactos de su padre. En principio, según la anotación, debía considerarse una persona convencional, aunque la cuestión realmente no la describía a ella, ya que apenas tenía trato con la gente. Nunca había sido muy habladora, tenía pocos amigos (a los que veía de forma cada vez más esporádica), no conectaba con sus compañeros del trabajo y con su familia encontraba serias dificultades de comunicación.
Tanto era así que habían pasado meses de la última charla con sus abuelos y varias semanas desde que visitó a sus padres, pese a que tanto de unos como de otros les separaba sólo cinco paradas de metro o marcar nueve números en el teléfono. Creía que este tipo de conducta debía ser genética, ya que ningún miembro de su familia directa hablaba mucho con los demás, como si no tuvieran nada importante que decir, o nada importante que escuchar.
Sin saber muy bien por qué, cogió un bolígrafo, escribió una respuesta y volvió a colocar el papel en el mismo sitio del que lo había cogido.

- A ver si respondes – Sara lo dijo en voz alta.


Los días eran itinerarios demasiado largos para Clemente. Con ochenta y un años se sentía lleno de curiosidad y ganas de vivir, pero sus piernas y su memoria fallaban constantemente, además del incipiente parkinson que había llegado para acompañarle en sus últimos años.
Llevaba casado con la misma mujer cincuenta y cuatro años, habían tenido cuatro hijos y siete nietos, pero desde mucho tiempo atrás se sentía bastante solo. María, su esposa, intentaba mantenerse activa y estaba más tiempo fuera de casa que dentro, necesitaba sentirse útil realizando cosas nuevas y Clemente, aún pareciéndole bien, veía como cada vez se quedaba más arrinconado en su propia casa, en su propia vida.
Con los hijos mantenía un contacto telefónico bastante activo, pero las conversaciones rara vez llegaban más allá del cómo estás hoy o qué tal el paseo. Ellos tampoco contaban muchas cosas de su vida, de hecho no tenía claro en qué consistía el trabajo de cada uno.
A los nietos les tenía muy perdida la pista.
Todos los días daba un paseo de media hora hasta el parque (por prescripción médica), se sentaba para tomar el sol mientras leía la prensa o un libro y luego regresaba a casa muy despacio, prolongando lo máximo posible el recorrido. Esas dos o tres hora eran su recarga diaria de energía y siempre, siempre, le hacían sentirse más vivo.
Era un lector obsesivo, todo lo que caía en sus manos era devorado casi con ansiedad, y probablemente eso es lo que le había permitido llegar a sus años con ganas de seguir aprendiendo, aunque no tuviera a nadie con quien compartir conocimientos o debatir.
En febrero había leído un artículo que explicaba un fenómeno llamado book-crossing o algo similar y que consistía en que después de leer un libro éste era depositado por el lector de turno en un sitio concreto para que otra persona lo encontrara y lo leyera, iniciándose así nuevamente el proceso. Era como dar vida a los libros, como si ellos eligieran a las personas.
Clemente disfrutaba con la idea de dar vida a un libro, de modo que la hizo suya, aunque modificando el concepto. No lo haría con libros, sino con ideas. Todos los días, cuando leyera el periódico, recortaría una noticia que hubiera despertado su curiosidad y que pudiera resultar llamativa para otra persona, incluiría una frase a mano y pegaría el papel en un sitio no demasiado evidente.
El primer mensaje lo dejó pegado en una papelera del parque y durante las siguientes semanas, al no obtener respuesta, cambió el emplazamiento del recorte diario a marquesinas, farolas y finalmente, la parte posterior del respaldo del banco en el que solía sentarse.
La mayoría de los días el papel colocado el día anterior había desaparecido, pero también obtuvo algunas respuestas, eso sí, no de su agrado. De hecho, los comentarios a sus frases o preguntas eran insultos y tonterías, posiblemente de adolescentes que hacían botellón y que encontraban los recortes.
Sin embargo, una mañana de mayo se le aceleró el corazón cuando leyó una respuesta diferente. “Si ser un genio es destacar en una materia, ¿no debería ser considerando también superdotado aquél que de forma natural sea capaz de desarrollar relaciones sociales mejores que la media?”.

Para Sara la mañana había sido bastante estresante, con constantes llamadas y peticiones, así que la hora de la comida se convirtió en el perfecto desahogo. Se dirigió al mismo banco del día anterior con cierta inquietud y la certeza de ser tonta por haber dejado la nota y por esperar que hubiera algo nuevo esperándola.
Ambas sensaciones desaparecieron y en su cara afloró una sonrisa cuando comprobó que en el respaldo había una nueva nota, otro recorte, en esta ocasión una mención al descubrimiento de un planeta extrasolar de condiciones similares a la tierra, pero mucho más grande.
No hizo mucho caso a las letras impresas, dirigió directamente la mirada a la anotación a lápiz. “Y si esas personas supersociales se encontraran con gentes de otros mundos ¿de qué hablarían?”.
La pregunta era lo de menos, pese a que le parecía muy interesante. Lo de más era haber obtenido respuesta.
No esperó a comer para escribir su contestación y en esta ocasión fue algo más extensa, desarrollando su argumento en seis líneas. Quería conocer qué pensaba la otra persona, fuese quien fuese, y si había una idea compartida.

– Puede que sí – se decía Sara a sí misma – al fin y al cabo has elegido dos noticias muy interesantes.

Durante las siguientes semanas el intercambio no sólo no cesó, sino que las notas fueron ampliando su temática, siendo los recortes de economía, sociedad, política, ciencia e incluso deportes.

Sara apreciaba la cultura de su “amigo o amiga” en cada una de sus frases, en la agudeza de los comentarios, en las lecturas entre líneas. Clemente disfrutaba de la frescura de las respuestas, de los puntos de vista más juveniles que le ofrecía su interlocutor, de una nueva perspectiva.

Las notas pasaron a ser verdaderas cartas que, para que sólo pudieran ser encontradas por ellos, decidieron dejarlas en una oquedad de una de las patas del banco, metiéndolas en una bolsa de plástico y cubriendo luego el resto del agujero con tierra.

Poco a poco introdujeron elementos más personales, pero sin dar demasiados detalles. Ambos pudieron deducir la edad aproximada del otro, sus preferencias musicales, literarias y lo más importante, su sentimiento compartido de soledad.

Fue a finales de junio cuando ella se decidió a escribir lo que había pasado tantas veces por su mente. “¿Qué te parece si nos vemos un día de esta semana aquí, en “nuestro banco”?”. La respuesta llegó al día siguiente “¿Qué tal el jueves a las siete de la tarde?”.

Sara estuvo nerviosa todo el día. No era capaz de imaginar a la persona con la que iba a encontrarse horas después, y por otra parte quería alejar esa idea de su mente para no hacerse una ilusión errónea. Debía ser bastante mayor que ella y, por su forma de escribir, generaba en ella una ternura difícilmente explicable.

Por fin llegaron las seis y media y salió de la oficina. Compró un helado y se impuso no llegar al parque hasta la hora convenida. Quería conocer a la otra persona, pero no le apetecía ser la primera en llegar. En realidad tenía miedo a que la dejaran plantada.

Media hora después inició el recorrido hacia el banco y, aún estando lejos, pudo divisar la figura de un hombre sentado, vestido de oscuro, con una especie de boina y un bastón. Se acercó más y, cuando estaba aproximadamente a veinticinco metros de su destino el hombre se giró y Sara se quedó helada.

- Abuelo, pero ¿qué haces aquí?

Clemente abrió los ojos de par en par, sorprendidísimo. Después sonrió como hacía años no lo hacía.

- Hola Sara – le dijo con dulzura, igual que cuando le contaba historias de pequeña – Parece ser que hoy vengo a conocer a mi nieta.

Ella entendió. Se encontraba frente a su amigo, la persona que durante casi dos meses la había acompañado y la había hecho sentir viva.
Se abrazaron, compartieron, rieron, hablaron…como familia habían sido desconocidos durante toda una vida. Como personas, empezaban una nueva.