martes, 28 de diciembre de 2010

El resquicio de la bondad: Tregua de Navidad de 1914


Aunque hace ya tiempo que había escuchado la historia, fue otra vez un programa de radio (Milenio 3) el que me ha hecho retomar el tema y, dadas las fechas en las que nos encontramos, estimo que un blog referente a la Tregua de Navidad de 1914 es más que oportuno.

1914 siempre quedará marcado en los anales de la humanidad como el año en que una guerra, la I Guerra Mundial, modificó el mundo y la forma de enfrentarse entre naciones. Se dio un paso más en el grado de brutalidad y se abrió camino hacia la globalización de la muerte. Un tétrico panorama que no haría más que incrementarse pocas décadas después por parte de los mismos protagonistas (y algunos nuevos) durante la II Guerra Mundial.

Sin embargo, en un mundo dibujado por trincheras, suciedad, frío, hambre, desesperación y horror, unos hombres hallaron un atisbo de humanidad: La nochebuena de 1914 alemanes e ingleses estaban enfrentados en los campos de la ciudad belga de Ypres. Durante la tarde de ese día 24 el ruido de disparos y bombardeos fue cesando, hasta el punto de que el silencio abrazó la zona, algo que desde luego tuvo que ser muy extraño para unos combatientes habituados a convivir con sonidos de armas y gritos.

Los soldados alemanes fueron los primeros. Siguiendo sus tradiciones empezaron a decorar los árboles como eso, árboles de Navidad, y poco después sus voces se elevaron cantando villancicos. Los ingleses, sorprendidos al principio, siguieron ese mismo camino y poco después ambos ejércitos cantaban y se mostraban  unos a otros de forma abierta y cordial, sin armas, sólo disfrutando de un sentimiento común de proximidad y comprensión. De forma pacífica se recuperaron los cadáveres que había entre las trincheras de los dos bandos, dándoles sepultura. Incluso se habla de que se llegó a disputar algún partido de fútbol entre alemanes e ingleses.

Lo más curioso es que la noticia de este suceso se extendió en el frente y, tomando como ejemplo lo sucedido en Ypres, otras zonas de conflicto se sumaron a esa tregua espontánea y no prevista por los mandos militares (quieres, por cierto, se opusieron rotundamente a la situación).

La duración de la paz fue variable: en algunos puntos unas horas, en otros casi un mes. Sea como fuere, unos soldados, en el peor escenario imaginable, pararon una guerra por que sentían que había algo más importante que la posesión de territorios, la defensa de una bandera o las órdenes de un superior. Después de matarse unos a otros, esos soldados aún sentían que eran personas.

Este post no pretende ser un enaltecimiento de la Navidad (cada uno con sus creencias que haga lo que desee), si no un apoyo a la cordura, al optimismo y a la importancia de los sentimientos como motor de nuestras vidas.

A mi me conmueve esta historia, espero que a algun@ más le pase lo mismo. Felices Fiestas.

P.D. si queréis saber un poquito más, pinchar aquí.

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