miércoles, 31 de marzo de 2010

Las partículas más pequeñas para entender el universo


Como en tantas y tantas ocasiones, un hecho que posiblemente modificará el concepto de la realidad por el que hoy nos regimos ha pasado sin demasiada repercusión en los medios de comunicación. Quizá se deba a que la mitad de la población esté de vacaciones viendo a la Esteban hablar de la Campa, en el caso de España, o de cualquier otro personaje de segunda, en el resto del mundo.
El 30 de marzo de 2010 debería aparecer muy pronto en los libros de física e historia haciendo referencia al mayor experimento que los seres humanos han desarrollado desde la presencia en la tierra del Homo Sapiens, pero no será hasta dentro de unas décadas que empecemos a tomar conciencia de qué ha supuesto realmente.
El LHC (Large Hadron Collider o Gran Colisionador de Hadrones) del CERN (European Organization for Nuclear Research u Organización Europea para la Investigación Nuclear) es un anillo de 27 km. de perímetro localizado a 100 metros de profundidad en la frontera de Francia y Suiza.
No voy a explicar en detalle las características del LHC -entre otras cosas, por que olvidaría reflejar muchos puntos importantes -, ya que toda la información la podéis encontrar en los enlaces que voy plasmando a o largo del texto. Sin embargo, me parece relevante mencionar algunos datos controvertidos, como puede ser el hecho de que es uno de los experimentos más caros desarrollados en la historia o que varias de sus metas son comprobar teorías referentes a partículas de las que no hay más conocimiento que meras hipótesis...
¿Por qué entonces invertir 4 mil millones de € en algo de este género, cuando hay tantas necesidades sociales y económicas que cubrir?
Como anticipo y resumen creo que puede proponerse uno: por que debemos. El ser humano es un animal curioso respecto a l mundo que le rodea, y cuanto más conoce ese mundo, mayor es su capacidad de modificarlo con la esperanza de hacer que sea mejor: Si pudiéramos encontrar la cura universal del cáncer, aunque costase 10.000 millones ¿no lo haríamos?
El LHC pretende responder a varias preguntas que la física lleva años haciéndose: la relación materia-antimateria, si existe aún hoy dicha antimateria, qué es la energía oscura y la materia oscura, si realmente existe el Bosón de Higgs...
No soy físico, pero los escasos conocimientos que pueda tener de estos temas, adquiridos tras preguntarme tantas veces ¿qué somos realmente?, me impulsan a creer que la inversión económica en un proyecto que lleva en ejecución 20 años y que ha dado su primer paso real ayer mismo, ha merecido la pena.
Hoy sabemos que un átomo se compone de un núcleo de protones y neutrones, además de electrones que orbitan alrededor de dicho núcleo. ¿Es lo más pequeño? No. Estas partículas pueden dividirse en otros menores, los quarks, de diversos tipos y en algunos casos aún desconocidos...Ahora pretendemos saber qué hay más allá, dónde está el límite, es decir, qué es lo que realmente compone el universo. Empecemos por hallar los qués, ya habrá tiempo de plantearse el resto de las otras "W" del periodismo y, por supuesto, buscarle aplicación práctica en beneficio de la humanidad.
Como veis, divago un poco. Estos temas me absorven, como el cosmos, de forma inconmensurable. Hace tiempo leí una frase que me dio mucho que pensar "caminamos sobre nubes de electrones"...en realidad es una buena definición de lo que somos y lo que deberíamos ser, seres materiales creados por la relación simbiótica de elementos distintos y en los que se desarrolla una estructura holística, al ser la suma de cada uno de los quarks, átomos, moléculas, etc...mucho más que la suma de las partes. Hoy escribo gracias a la composición material de mi organismo, pero los recuerdos que he almacenado en el hipocampo o disfrutar de poder expresarme con un lenguaje gracias a la capacidad del centro de Broca, ambos en el cerebro, son un resultado mucho mayor a la mera suma de todas esas minúsculas partículas.
No he cambiado de tema...conocer las partículas elementales del universo y entender qué somos son dos preguntas que tienen la misma meta: saber.

P.D. A día de hoy se estima que conocemos un 4% de la composición del universo...¿No creéis que el 96% restante puede deparar sorpresas más que interesantes?

martes, 30 de marzo de 2010

Ustation


Hace tiempo que tenía ganas de comentar algo acerca de una web italiana que me parece muy interesante, pero ya sabéis cómo es esto del tiempo disponible, que no depende de uno mismo, sino de cómo evoluciona el día.

Ustation es la apuesta de un grupo de jóvenes periodistas por la globalización de la participación, algo que dicho así suena un poco manido...Sin embargo, esta web lo que pretende es potenciar la participación de los universitarios italianos en un proyecto común, haciéndoles no sólo espectadores o comunicadores de noticias dentro de una red social tipo Facebook, sino miembros de un marco de interactividad en el que la información sea el eje vertebrador y en el que los estudiantes, especialmente los de periodismo y comunicación, tomen el timón y tengan la oportunidad de formar parte de un medio profesional desde el primer momento.

Como no podía ser de otro modo, todo tipo de soporte es bien recibido, pues la calidad de los contenidos es una prioridad y nada impide que se cuelgue un vídeo o entrevista en mp3 (a excepción de un máximo de 10 minutos por archivo).

Seguramente mi desconocimiento de la realidad actual universitaria en España me dejará en ridículo cuando lleguen comentarios que aseguren que en nuestro país hay 200 webs de este tipo. De antemano, disculpas si así es. De hecho, me encantaría tener que disculparme...

Os dejo un enlace a Ustation, no el de la página de inicio, sino a un vídeo de Romeo explicando (en italiano, eso sí) qué es Ustation.

lunes, 29 de marzo de 2010

Tres Segundos

Abrió el grifo del baño y metió debajo la cabeza, intentando congelar en ese chorro frío las imágenes que le perseguían desde que salió de Madrid. Sabía que hiciera lo que hiciera seguiría la pesadilla, una realidad marcada a fuego en su subconsciente: una mujer, su mujer, metiéndose en la boca el cañón de la escopeta y esperando que él abriera la puerta para que asistiera, como testigo único, a la actuación. Nunca estaba seguro de si despertaba por el sonido del disparo o por su propio grito de impotencia.

No pudo volver a conciliar el sueño, así que decidió vestirse y dar una vuelta por el parque de detrás del edificio. Tampoco era esta una situación nueva. La acción, muy a su pesar, se empezaba a convertir en una asquerosa costumbre, igual que pensar en cada detalle del sueño para encontrar una explicación. Nada.

La luz de la mañana se le echó encima, pero en esta ocasión algo había cambiado, creía tener alguna pista. Esperó a que dieran las once tomando un café en el pequeño bar que había debajo del consultorio. Veía la televisión sin más objeto que evitar que el camarero iniciara una estúpida charla, realmente sólo clavaba los ojos en el brillo que desprendía la caja. Pagó con céntimos por que pensó que para joderse con el peso de las monedas mejor que se las comiera el otro, además de que fastidiar un poco a los demás le hacía sentirse aliviado.

Con los cuatro toques que le delataban llamó a la puerta y Milagros, la secretaria, empezó a darle los buenos días aún antes de abrir. Ella siempre había sido muy amable, ofreciéndole algo de beber, conversación o alguna sonrisa fugaz. Gracias a ese carácter simpático de la chica se le hacía más llevadero visitar al psicólogo, algo que hasta hacía no mucho tiempo pensaba que sólo valía para escaquearse del trabajo o para que certificaran la chifladura de cualquier imbécil.

-Buenos días, doctor – dijo cuando pudo pasar a la consulta.
- Hola, Marcos. Te veo bien, aunque esas ojerillas me dicen que sigues con los sueños.- Salvador Antúnez, psicólogo titulado por la U.N.E.D., quizá no era el mejor en su campo, pero era amigo de Marcos desde la niñez y nadie le podía tratar mejor, tanto en lo profesional como en lo afectivo - Bueno, siéntate. Hoy tenemos un poco más de tiempo por que la paciente de las doce llamó para decir que no vendría, así que tranquilitos y a lo nuestro.

Marcos inició, de nuevo, la descripción de la escena, lo que recordaba de la habitación, algunos rasgos de la mujer…pero hoy había algo nuevo. Por primera vez se fijó en la escopeta, sobre todo en la culata, que estaba grabada, aunque no pudo identificar con qué motivo. Como tampoco tenía conocimiento de armas no pudo explicar mucho más, pero ese nuevo descubrimiento le parecía determinante, básico, aunque tampoco sabía explicar por qué.

- ¿Habías visto esa escopeta antes?
- No.
- Espera. Déjame repasar mis notas. Sueñas con el suicidio de tu mujer, en tu casa y con tu escopeta, pero eres soltero, vives en un hostal y no has tocado un arma en tu vida.
- ¡Ya sé que parece una locura! ¡Qué coño crees que hago aquí!
- Perdona, no quería decirlo de ese modo, simplemente quiero saber si lo he entendido todo bien.
- Lo sé, pero me desquicia no entender…Dos o tres semanas antes de venir aquí comienzan las imágenes. No lo entiendo. Una mujer que no conozco, su muerte, que probablemente sólo está en mi cabeza, me está destrozando la vida.

La sesión pasó volando y, como ocurría en muchas ocasiones, Salva no quiso aceptar el dinero – los días que te cobro es para acallar un poco los cotilleos de los otros pacientes- le decía siempre. Para el doctor el caso de su amigo era una cuestión personal. Un hombre culto, my inteligente y de un optimismo inusual hundido por unas pesadillas sin sentido – Ya sabes, mañana a la una y luego te invito a comer, a ver si nos distraemos los dos.

El traslado a Madrid le permitió cogerse un mes de vacaciones, más que necesario, ya que llevaba trabajando de forma casi continuada unos cuatro años. El jefe le veía bastante bloqueado, pero sabía que sólo necesitaba descanso. Nadie lograba su nivel de ventas.

Comió en un VIPs y se fue al cine a ver una de esas películas tan ñoñas, aunque ya no les hacía tantos ascos, en ellas normalmente no había mujeres con un cañón de escopeta en la boca.

Pasaban rápidas las tardes y se mantenía ocupado viendo tiendas, leyendo libros o escuchando algo de música. Mucho tiempo atrás aprendió a correr más que la nostalgia y no era su pasado lo que le hacía sentirse mal, sino la proximidad de las noches y el temor del no dormir. Cada segundo que pasaba significaba que se acercaba la hora del miedo y la impotencia, y se veía a sí mismo como un inútil, incapaz de comandar en su cabeza.

Se despertó muy tarde y creyó que jamás había dormido hasta esa noche. No era posible estar tan bien, por fin, tan sumamente bien. Buscó una rápida explicación, algo que hubiera hecho o dejado de hacer el día anterior de haber obtenido tan ansiada recompensa, pero no encontró nada. Decidió no pensar en ello, no fuera a ser que se gafara la buena noticia, y se duchó abrazando el agua para seguir sintiéndose vivo.

Fue a su cita con Salva, pero encontró la consulta cerrada y con una nota en la puerta que decía Cerrado por motivo familiar. La primera reacción fue de sorpresa, pero no quiso saber sin quedarse qué había pasado para que su amigo no abriera al consulta. Fue a su casa y llamó, cuatro veces, pero no abrió nadie. Volvió a insistir hasta que Milagros, esta vez sin ofrecimientos de café, conversación ni sonrisa, e hizo pasar.

- Pero ¿Qué ha pasado Milagros?
- La niña – el tono de su voz ya anunciaba la desgracia –la niña de Salvador y Elisa…-empezó a llorar- ha muerto.
- ¿Qué?
- Ayer por la noche, jugaba con una pelota, se le escapó hacia la carretera y un camión la embistió.
- ¡Dios del cielo! Y Salva.

Milagros no tuvo que responder por que justo en ese instante el padre salía de una de las habitaciones, se dirigió a Marcos llorando y le abrazó, casi rompiéndole la espalda.

- Lo siento, lo siento muchísimo, Salva –mientras respondía al abrazo – lo siento.

Salva no podía hablar, sólo llorar. Se soltó de Marcos y cuando se serenó un poco le contó con detalle lo sucedido, que el conductor no la pudo ver por que salió de detrás de otro camión que estaba aparcado y que le impedía ver bien, que la niña no se paró a mirar… - por lo menos no sufrió… - se repetía a sí mismo.

Marcos no sabía cómo consolar a Salva, pero menos aún cómo explicarle lo que estaba viendo en ese mismo momento. Jamás había estado en esa casa, ya que antes su amigo vivía en la zona de las colinas y desde antes de la mudanza casi ni se habían visto, y sin embargo tenía la impresión de haberla visitado muchas veces. Analizaba las paredes, los techos, alfombras o muebles, intentando comprobar que no podía estar ocurriendo, que no era posible. Tenía miedo.

- Salva ¿Qué hay allí dentro? – dijo mientras señalaba la vitrina abierta de una de las paredes.
- ¡Se muere mi hija y tu miras la decoración! Pero qué… - no pudo acabar.
- ¡Dime! ¿Qué había?
- Las armas, joder. ¿A qué viene esto?
- No puede ser. ¿Alguna con un grabado en la culata? - La pregunta era la clave, pero aún antes de escuchar la respuesta Marcos se daba cuenta de que no era capaz de frenar el temblor de sus manos a consecuencia de la tensión.
- No…, si, si. Una con un escudo de armas, pero ¿Qué pasa, joder?
- ¡Elisa!¡Elisa! Tenemos que encontrarla, este es mi sueño, no era mi mujer, sino la tuya.
- Pero ¡Qué dices! – Salva apenas podía reprimir las ganas de estrangular a Marcos - ¡Qué dices!
- Llámala, por Dios. ¡Elisa!

Miraron en el salón, gritaban su nombre, pero respondía el silencio. De pronto Marcos recordó la habitación – el despacho, arriba –. Salva empezó a temer que fuera verdad, pero no podía creerlo, no debía creerlo, eso significaría que abrir una puerta equivaldría a matar a su mujer – Marcos, no abras tú ¿no abras tú!

Llegaron a la puerta del despacho y llamaron a la mujer, de nuevo sin respuesta. Salva no sentía que la voz se le rompía cuando le dijo a Marcos que iba a entrar, y tampoco percibía la humedad en sus mejillas en el momento que puso la mano en el pomo de la puerta y lo giró despacio, dándose tiempo para ser psicólogo, no un huérfano de hija.


Tres segundos. Simplemente tres segundos bastan para abrir una puerta y comprobar que tu esposa escoge vivir eternamente con su niñita desde ya. Únicamente tres segundos para saber que el resto de tu vida se cierra a las emociones. Solamente tres segundos para comprender que la ignorancia es felicidad.

jueves, 25 de marzo de 2010

Uno más en la familia...y los que quedan

No sé si os habéis enterado de la noticia arqueológica del día (y que seguramente será una de las más importantes del año dentro de los estudios prehistóricos por su importancia dentro del árbol de la evolución humana), el descubrimiento de una "tercera rama" de homo que pudo convivir con Neanderthales y Sapiens.

El hallazgo del resto óseo que ha permitido realizar dicha afirmación (fragmentos de un dedo) tuvo lugar en 2008 en Desinova Cave, una cueva localizada en Siberia, y la atención que le prestaron los investigadores al principio fue prácticamente nula. Sin embargo, la magia de los estudios de ADNmt (ADN mitocondrial), han determinado que el individuo, que vivió hace entre 50.000 y 30.000 años, poseía rasgos comunes con las otras dos especies, pero sin pertenecer a ninguna de ellas. Un análisis más detallado concluyó en la necesidad de retrotraer la fecha en la que supuestamente se ubicaba al ancestro común de Neanderthales y Sapiens, ya que era obligado incluir al nuevo pariente, por lo que la nueva fecha estimada para el antepasado de las tres especies sería de un millón de años.

Estos datos permiten ser optimistas en dos aspectos fundamentales:

El primero, la importancia que los descubrimientos del territorio ruso y de sus ex-repúblicas tendrán de cara al futuro de las investigaciones. Cada vez queda más lejos el tiempo en el que las ciencias (incluida la histórica) soviéticas quedaban tan separadas del conocimiento occidental por el telón de acero como el resto de actividades del país.

La segunda, la confirmación de que las oleadas de homínidos que salieron de la "casa" africana para expandirse y colonizar otras tierras no fueron ni una ni dos, sino que debieron ser múltiples y en momentos diferentes.

Nunca he sido un experto en Prehistoria (más bien me centré en Protohistoria), pero es grato comprobar que, con crisis o sin ella, una nueva pieza del puzzle aparece sobre la mesa. Qué pena no tener la tapa donde venga el dibujo a realizar, ya que en este "juego de conocer a tus parientes de hace miles de años", el árbol parece no tener fin y no podemos empezar por los bordes ni las esquinas...ya que no existen.

Os animo a que conozcáis de primera mano la noticia en Nature y opinéis al respecto.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Visita a la Alcarria





















El pasado fin de semana tuve la oportunidad de conocer una zona de Castilla La Mancha hasta ahora desconocida para mi: la frontera alcarreña de Guadalajara y Cuenca.
Tengo claro que la excelente compañía ha sido fundamental a la hora de valorar de forma tan positiva esos días, pero el entorno natural, cultural, gastronómico y la amabilidad de todos aquellos con los que nos cruzamos no ha quedado a la zaga y el conjunto ha resultado inmejorable.
Esta parrafada pretende ser una recomendación de la zona, en la que puedo destacar las rutas del embalse de Buendía, la ruta de las caras, la gastronomía (Casa Goyo, en Alcocer, sencillamente espectacular tanto en calidad como en cantidad) y los alojamientos (La Casa de las Médicas, ubicada en pleno centro de Buendía y donde la amabilidad del personal y la calidad de las instalaciones es muy satisfactoria).
Os animo a que visitéis la zona y colguéis vuestras opiniones, así entre todos podemos crear un foro de recomendaciones de turismo y tiempo libre, pero basado en nuestras experiencias y no en las de un portal interesado en vender habitaciones o menús.

De nuevo quiero agradecer a mis compañeros de viaje el regalo de su compañía: Cristina, David, Gonzalo, Jaime, Noelia, Óscar, Matías, Celia, Maria Mar, Bea, Belén, Miguel y Leti.

lunes, 22 de marzo de 2010

Plantabosques (by ADENEX)

http://www.adenex.org/
El pasado fin de semana cerró una de las mejores labores de concienciación natural y social que he tenido ocasión de conocer (y disfrutar) en los últimos tiempos: el voluntariado de Plantabosques de Adenex 2010.
Este programa, surgido inicialmente con el nombre "planta al fuego" en 2004, nació como respuesta a los incendios que durante el verano del año 2003 arrasaron miles de hectáreas y su pretensión era ayudar a recuperar las zonas más afectadas evitando la degradación de suelos carentes de la flora que desapareció pasto de las llamas.
La enorme repercusión y potente respuesta de la ciudadanía fueron el argumento clave para que el proyecto se consolidara hasta hoy. Las Direcciones Generales de la Juventud y de Medio Ambiente de Extremadura apoyan la iniciativa con los medios que tienen a su alcance (terrenos, plantones, transporte, alojamiento, etc...), pero es sin duda el capital humano, la implicación de los voluntarios, quien hace posible el desarrollo de una labor encomiable.
Desde esta plataforma pública quiero agradecer a mi hermana, Mª del Pilar Fuentes García, que nos informara del proyecto y que nos ayudara tanto en esta nuestra primera experiencia. La tarea reforestadora es importante, pero no debe olvidarse que estos fines de semana son también de convivencia con personas, muchas de ellas desconocidas, que tienen la ilusión y esperanza de legar un mundo más positivo y verde.

Os dejo dos links: el primero corresponde al vídeo que del fin de semana en el que participé, colgado en el perfil de ADENEX en Facebook; el segundo es la conexión directa a Adenex, donde podréis conocer esta iniciativa en mayor detalle, así como otros proyectos de la Asociación. Espero que os animéis a echarles un vistazo.



P.D. Muchas gracias Leti, Alfredo y Maite...un finde estupendo

miércoles, 17 de marzo de 2010

A través del Universo



Con este fantástico nombre comenzó hace unos años una andadura radiofónica que tenía como meta acercar al público no científico (aunque científico también) las extraordinarias maravillas del cosmos. De la mano de Pablo Santos y Emilio García, sin olvidar por supuesto a Astrologuito, se nos presentaban de forma amena y divertida diversas cuestiones de astrofísica, permitiéndonos entender conceptos que de otro modo parecen tan lejanos como las propias estrellas.
He de admitir que, como tantas otras cosas en mi vida, he conocido algo tarde esta aventura y las gracias debo dárselas a la web www.itunes.com, ya que a partir de ahí descubrí un podcast que, si bien me costó un par de programas pillarles el ritmo, posteriormente me enganchó de un modo especial.
Os dejo en enlace a la web, donde podréis leer tener un primer contacto con esta forma diferente de divulgación que, pese a que lleva un par de años algo parada, aún mantengo mi fe en su resurrección. Animaos a escuchad los podcast y a comentarlos en este blog o en facebook.


Ah, y rememorando las palabras del gran Astrologuito ¡Quiero mi sección! (si no lo oís no lo pilláis).

Dos deseos


Aunque habían pasado muchos años aún recordaba con claridad que el momento más duro no llegó al escuchar la sentencia, al fin y al cabo la ley del poblado no dejaba lugar a dudas y no podía esperar otra cosa. Lo realmente difícil fue cerrar la puerta de su hogar y dirigirse hacia el sur sin poder mirar a la cara de los que hasta entonces habían sido su familia, su gente.

Recorrió caminos y veredas sin una meta definida, con el único objetivo de mantenerse sobre la tierra que pisaba un día más. Cuando encontraba rastros recientes de comerciantes o peregrinos inventaba un nuevo camino a través del bosque, sin importarle perderse, por que no se puede perder el que no tiene un lugar donde ir.

Durante semanas vagó con su culpa como compañera, pero poco a poco se habituó al silencio y disfrutó al descubrir un entorno nuevo en el que árboles diferentes le ofrecían su sombra y las huellas de algunos animales le eran desconocidas…Se alegraba de haber decidido alejarse de una sociedad a la que había fallado y a la que no quería volver, no le necesitaban y él a ellos tampoco.

Encontró en una pared rocosa una pequeña cueva, únicamente visitada por aves y algún pequeño roedor, y decidió que era tiempo de parar y reorganizar, empezando por un sitio seguro al que acudir cada noche y al que, quizá con el tiempo, pudiera considerar un hogar.

Acondicionó el espacio y con la ayuda de las pocas herramientas que pudo guardar en su bolsa de viaje, talló unos escalones en la roca para facilitar el acceso desde la el llano. Dividió el paisaje mentalmente en áreas diferentes en función de las necesidades que debería cubrir y con el tiempo habilitó pequeños escondrijos en los que guardaba lanzas de madera endurecidas el fuego, hondas y cantos de río o pieles que previamente había curtido para emplearlas como abrigo o zurrón.

Zarco, aquél que se hizo cargo de él cuando sus padres faltaron, le instruyó bien y siempre que le obligaba a practicar con las armas le recordaba que el brazo maneja, pero la mente manda. Muy a menudo le forzaba a pasar varios días en el bosque completamente solo, sin armas, agua ni alimento. Las primeras pruebas concluían cuando Zarco iba a buscarle, ya que él, con apenas seis años, era incapaz de hacer algo que no fuera llorar y desesperarse. Sin embargo, poco después el niño decidió que no quería seguir siendo una vergüenza para el hombre que le cuidaba y recordó la norma básica de Zarco para cualquier situación: observa el problema y busca la solución, piensa.

Se alegraba de que el hombre al que quiso como a un padre no viviera para presenciar su expulsión, aunque por otro lado le echaba en falta cuando, en las noches despejadas, se tumbaba a la entrada de la cueva y observaba las luces de los antepasados brillando en el cielo. Zarco le explicó cómo orientarse en la oscuridad guiándose por unas estrellas u otras según la época del año y le contaba historias de su niñez, cuando intentaba contar las luces brillantes hasta que quedaba dormido. Caló en él ese recuerdo y se decidió a conocer el número exacto de ancestros que le observaban desde lo alto y que eran su única compañía.

Durante la primera noche se equivocó repetidamente, ya fuera por que contaba varias veces las mismas estrellas o por que cuando llegaba a una cifra superior a cien le costaba mantener la concentración y se embarullaba con el número. Además se dio cuenta de la complejidad de la tarea por que incluso llevando bien la cuenta y sin repetir ancestro alguno, la cantidad de puntos luminosos era inconmensurable.

Lo intentó varias noches más, inventando sistemas de anotación para que resultase más sencillo seguir la enumeración, pero el resultado era el mismo. El sentimiento de impotencia y frustración crecía ante cada fracaso y lo que en principio pretendía ser una distracción se convirtió en una obsesión que le atormentaba a cada momento. Durante el día se rebanaba los sesos para idear el método definitivo, pero horas después descubría que su ingenio era insuficiente.

Llegó al punto de rezar a unos dioses en los que nunca había creído implorando ayuda, necesitaba saber el número de ancestros que cada noche se reían de él, que le acompañaban desde antes de nacer y que ahora le juzgaban por su prepotencia por querer saber de ellos. ¿Quién era él para querer saber?

Apenas salía de la cueva para cazar o recolectar y pocas veces bajaba al arroyo a pescar o a llenar los odres. En vez de eso malvivía comiendo la poca comida que había acumulado durante la primavera y bebiendo el agua que escurría por alguna ranura de las paredes de la cueva. Empezaron las alucinaciones y la voz de Zarco llegaba con rotundidad a su cabeza, recordándole algo que él odiaba, su debilidad: “Debes controlar tus deseos, o tus deseos te controlarán a ti”.

Esa maldita frase retumbó en su mente meses atrás cuando una noche en la que vigilaba la empalizada de la aldea abandonó su puesto y se acercó a la casa de Tila para observarla desnuda mientras se bañaba. La mala fortuna quiso que en ese momento entraran al poblado dos ladrones por la zona que él debía controlar y que se colaran en una de las casas, donde robaron y degollaron al matrimonio de ancianos mientras dormían, antes de volver a huir por el mismo sitio que llegaron. Su sentencia, el repudio y expulsión, estaban más que justificados.

Una tarde de finales de agosto mostró unos colores más rojizos en su atardecer, algo que él entendió como buen augurio antes de volver a tumbarse en la entrada de la cueva y esperar a que el cielo se iluminara con puntos brillantes, aunque sin luna. Respiró hondo y, por primera vez, dirigió su mano hacia el cielo, apuntando con el índice hacia una de las estrellas del Cinturón de Orión y diciendo en alto “una”.

Sus pupilas se dilataron inmediatamente, pero fue su única reacción durante los primeros segundos. Luego se levantó dando un salto y se llevó las manos a la cabeza mientras saltaba de los nervios y emoción. Intentó calmarse y, cuando creyó que sus manos habían dejado de temblar lo suficiente, volvió a apuntar hacia la constelación, señalando la segunda estrella del cinturón. “Dos”.

Gritos de alegría mientras corría cueva dentro y fuera, risas nerviosas y lágrimas en los ojos. No era posible, pero sí lo era. Sus desesperadas súplicas debían haber sido escuchadas por algún ente divino que tuvo a bien apiadarse de un mísero humano que sólo tenía curiosidad y que estaba siendo castigado por la indiferencia del universo.

Tres, cuatro, cinco…cada vez que él apuntaba una estrella y decía en alto el número que le asignaba, el astro señalado desaparecía quedando un negro vacío en el espacio que antes ocupaba. Ochenta y uno, ochenta y dos

Una pequeña zona quedó algo oscurecida después de cuatro horas y él empezó a temer la llegada de la mañana ante la posibilidad de que todo lo conseguido se perdiera y que tras la siguiente puesta de sol el cielo volviera a burlarse y se presentara inalterado y completo como hasta entonces había sido desde los tiempos más remotos.

Con las primeras luces del alba se metió en el rincón más oscuro de la cueva, cerrando los ojos con fuerza, intentando dormir para evitar las horas de luz y la angustia que le oprimía el alma. Sin embargo, no consiguió nada más que incrementar su desasosiego y no fue hasta que intuyó el ocaso que se levantó a lamer la húmeda pared para paliar su sed. Hambriento, pero mucho más nervioso, se aproximó al umbral de su morada y cerró de nuevo los ojos antes de alzar la cabeza en dirección al espacio que la noche anterior contabilizó.

No pudo reprimir el llanto de alivio cuando comprobó que las estrellas que temía volver a ver no estaban. Podría realizar su sueño, conocer cuántas luces eran sus amigas y saber, por fin, el origen de sí mismo al dar un número a cada uno de sus antepasados.

Varias semanas después los nervios que noche a noche se habían ido calmando afloraron de nuevo, ahora ante la cercanía de la meta a una labor tan ardua. Pocas luces, las más tenues, brillaban aún en el firmamento mientras él iba bautizándolas con su número correspondiente. Todas las mañanas al despuntar el alba y justo antes de irse a dormir, grababa la última referencia en una de las paredes de la cueva y era a partir de esa cifra que comenzaba en la siguiente jornada, asegurándose de ese modo no errar en su objetivo.

Al llegar el día en que sabía que finalizaría su empeño se sentía radiante, orgulloso de su gesta, por él y por Zarco, por cumplir el deseo de conocer a sus compañeras de viaje, de poder darles nombre.

No hubo luna y eso facilitó el trámite: seiscientos noventa y cuatro mil doscientas trece…catorce…quince…La última luz se apagó con la palabra “dieciséis”. Bajó la mano y se sintió pleno durante unos segundos ¿podía sentirse mejor? No, seguro que no. Ahora conocía a sus ancestros y ellos a él, todos tenían su número y si quería podía darles nombre también, pero eso no era importante, lo era el hecho de que había alcanzado su deseo.

Pensó en Zarco y en su sonrisa cada vez que él conseguía algo. El mentor solía decirle “muy bien Solo, buen trabajo. Pero siempre ten presente que debes controlar tus deseos o tus deseos te controlarán a ti” y esas palabras, como un eco constante, hicieron que una pequeña chispa de preocupación llegara al corazón de Solo. Él había cumplido su deseo, había contado las estrellas, sabía el número de todas, no podía haber nada malo en ello…salvo, que ¿dónde están las estrellas?

Apuntó al cielo, sin saber muy bien en qué dirección y gritó “una”, pero nada pasó. “Una”, “dos”, pero el firmamento se negó a iluminarse. El pánico se apoderó de Solo cuando comprendió que su deseo cumplido le había dominado: ahora conocía todas las luces, a sus ancestros, pero ellos le habían vuelto la espalda.

Vivió muchos años más en aquella cueva, sin compañía, sin estrellas, pero todas las noches levantaba su mano y con el índice señalando un punto cualquiera del cielo, Solo decía “una”, “dos”…

jueves, 11 de marzo de 2010

Mirada Azul

Siempre he querido tener los ojos claros.

Preferiblemente azules, muy intensos, como los de Terence Hill. De niño, con unos seis o siete años, me quedaba alucinado mirando el televisor cuando mi padre ponía alguna de sus películas. La verdad es que no podría decir de qué iba ninguna de ellas, pero sí que sería capaz de acertar el número de puntos amarillos que se colaban en esos iris.

Joder, que ojos tiene Terence Hill.

Recuerdo que una vez, después de ver una de esas pelis con mi padre, fui corriendo a buscar mis rotuladores, cogí uno azul claro y me encerré en el baño. Como no era capaz de verme en el espejo, acerqué el taburete y me subí. Allí estaba yo, con siete años, subido a un taburete de tres patas medio cojo, con un rotulador en la mano y una cara de felicidad tremenda ante la proximidad de mi sueño cumplido. Era perfecto.

Ni te imaginas como sonó la puerta contra la pared cuando mi padre la abrió de una patada, aunque claro, que lo hizo de una patada me lo contó tiempo después, por que yo en ese momento estaba algo ocupado gritando y llorando de dolor. Con lo que me fijo en los ojos de los demás y la mala vista que tengo yo...fui a coger un rotulador casi seco, así que cuando lo acerqué al ojo y no me cambiaba el color (aunque el escozor sí que era patente), apreté y apreté hasta que casi me lo clavo. Esto supuso el primer paso, ya que el taburete se quiso sumar a la tontería y le dio por menearse hasta que me caí de culo hacia atrás. Qué cabrón el taburete, sólo tiene que quedarse quieto y ni eso puede hacer... Total, que al entrar mi padre lo que se encuentra es al niño tirado en el suelo, con una mano frotándose el trasero y la otra sujetándose el ojo. Que sabias palabras las que su boca dejaron escapar en ese momento: “Tas tonto...la madre que te parió...y cállate a ver si te voy a dar algo para que llores de verdad”.

El mes con el parche en el ojo no sirvió para quitarme la idea de la cabeza, por que cada vez que me veía en un espejo, observaba con mayor detenimiento el color de mi ojo visible, deseando cambiarlo. Algo había que hacer...pero algo bien pensado, por lo que decidí no volver a emprender acciones hasta tener claro cómo conseguirlo.

Tardé cinco años en encontrar una nueva posibilidad. Fue en mi primavera número doce. Estábamos en la calle los niños del barrio, jugando al fútbol, cuando apareció la Yeni con un cacharro que yo no había visto antes. Era como un disco de plástico con el borde doblado hacia el interior de una de las caras. “Frisbi, se llama frisbi, y mola mucho en América, que me lo ha dicho mi tía que vive allí...”.

A los dos minutos todos estábamos haciendo un corro, tirándonos el cacharro, mientras uno en el centro se la ligaba y tenía que pillar el chisme para hacer que otro ocupara su lugar. Hombre, el tema tenía gracia, al menos hasta que Pedrito apuntó mal y le metió con el trasto en toda la cara a Sara. Que berridos metía la pobre. Nos acercamos todos a ella y la acompañamos corriendo a casa por que decía que le dolía mucho el ojo derecho y que estaba mareada. Imagínate la madre cuando baja y ve a la niña de sus amores sofocada y con la mano tapándole media cara.

“Vamos Sara, quita la mano”. Se me abrió el cielo. El golpe había hecho que la parte inferior del iris de Sara se volviese azul claro. Por lo visto fue una reacción que, a consecuencia del golpe, hizo cambiar la pigmentación en la zona golpeada, algo así como un hematoma ocular.

Que cabrones somos los niños, en cuanto desaparecieron de escena empezamos a partirnos de risa ante la torpeza de la cría y la cara de la madre al verla. La cuestión es que, aunque yo también bromeaba, lo que realmente tenía en la cabeza era cómo hacer que lo que para Sara fue fortuito, para mí fuese intencionado. Era perfecto.

Hablé con Sergio, un amigo algo macarrilla de clase y le propuse que me ayudara. Como sabía que mi sueño eran unos ojos claros, y viendo la posibilidad de meterle caña a alguien sin consecuencias, se apuntó de inmediato. Fuimos a casa de Yeni a pedirle su “Frisbi” y la tía cochina me pidió a cambio 100 pelas. Se las di.

Pensamos que el mejor sitio para que no nos molestaran era el parque de detrás de nuestros edificios, de modo que nos plantamos allí, entre los columpios y la cancha de baloncesto, semiocultos por los árboles. Sergio se puso en plan discólobo y yo, rígido como un palo, aguantaba la respiración en espera del impacto. El proceso era éste: lanzamiento de Sergio, impacto en mi cara, gritito algo mariquita, manos a la cara, coger aire y volver a empezar. Veintitrés veces.

“Oye Sergio, gracias pero que casi lo dejamos”. Encima se mosqueó el tío...”Ahora que me voy acercando vas y te rajas, qué gilipollas”.

Cuando mi madre abrió la puerta el tiempo se paró, como en las pelis del oeste cuando las hierbas esas corren dando vueltas por las calles de tierra mientras los pistoleros se miran con los ojos entornados. Después, en un instante mil cosas “¿Quién te ha hecho esto?,¿Con quién te has peleado?,¿No habrá sido el del quinto?”. Anda, que su cara cuando le dije que había sido jugando.

Volvieron a mí ecos del pasado, la famosa frase paterna que se iniciaba con un “Tas tonto”. Los ojos se quedaron como estaban, al menos en lo que al color se refieren, por que todo lo demás había cambiado. La cara morada y roja, una ceja rota, los dos labios, un golpe fuerte en la nariz que decían que me había desviado el tabique, un diente roto y unas cuantas marcas por la frente y mejillas. Lo que más me jodía es que no había triunfado en el intento. Debía ser más listo y paciente, esperar una situación apropiada y estar plenamente preparado para afrontarla.

Veintidós. Llevaba diez años buscando una solución cuando por fin pude comprarme las lentillas. Desde los dieciocho trabajaba en periodos de vacaciones para conseguirlas. Camarero, pintor de brocha gorda, repartidor, encuestador..., pero al fin las tenía. Era perfecto.

Para estrenarlas escogí la última fiesta del curso de la facultad. Me compré ropa de marca, unos zapatos Martinelli, gallumbos CK y una colonia de Armani. Aproximadamente gasté 80.000 pelas, sin contar las lentillas claro. Pero ahí estaba yo, con mi pinta de machote bien puesto, oliendo de muerte y con una mirada azul intensa. Joder, para comerme.

Me presenté a eso de las doce y media de la noche en la disco que había alquilado la organización y empecé a saludar a compañeros y algún que otro profe. Todos alucinaban al verme y yo, por fin, me sentía satisfecho por completo. Lorena, tremenda Lorena, estaba bailando con un par de tías que no me sonaban de clase, pero eso no impidió que fuese hacia ella y le dijese “Llevo esperando mucho para que hoy sea perfecto. Ven”. ¡Coño! ¡Que se vino!

Impresionante es la única palabra que describe aquella noche, bueno, en realidad hasta las tres menos cuarto o así. Acababa de llevar al pivón de Lorena a un reservado y cuando estábamos a punto de concretar, empecé a notar cierto picor en los ojos. Pensé que era el humo y no quise darle mayor importancia, pero la sensación iba en aumento y, diciéndole a la chica que iba a por dos copas más, me acerqué al baño a lavarme un poco la cara.

¡Su ********* madre! Lo único claro de los ojos eran las lentillas. El fondo blanco era completamente rojo y los párpados estaban hinchados, con pequeños granitos y parecía que se extendía. Seguro que Lorena no lo había visto por lo oscuro del local. Me lavé la cara y el picor desapareció. Pillé dos copas y fui rápidamente al reservado, donde Lorena empezaba a poner cara de aburrimiento, así me excusé diciendo que un compañero nuestro estaba fatal y que le había acompañado al servicio. Dimos un par de tragos mientras volvía la magia y cuando estaba a punto de besarla noté que la cara, de forma súbita, comenzaba a arder y escocer como jamás había sentido antes. Lorena se extrañó cuando no acercaba mis labios a los suyos y al separarse un poco soltó un “¡Ay, la leche!” y salió corriendo.

Allí me quedé yo, sólo, luchando con mis ojos mientras cogía los hielos del cubata para pasarlos por mis párpados, y luego cogiendo el propio cubata y tirándomelo a la cara para refrescarme. Mala idea. Alguien debería explicar que en caso de irritación cutánea el alcohol no es la mejor solución.

La noche acabó en urgencias, con mis padres en la sala de espera hablando con un doctor que les ponía al corriente: la composición de las lentillas me había provocado una reacción alérgica muy severa y para quitármelas habían tenido que emplear aparatos bastante desagradables. Una semanita en cama y las lentillas, cuatro veranos ahorrando, en la basura. Supongo que adivináis qué dijo mi padre. Pues eso.

Ahora tengo treinta años y desde hace dos mis ojos son azules claros, casi cristalinos. Encontré la respuesta a mis males en un anuncio de periódico, en el que se explicaba cómo podías tener el cuerpo que quisieras, ojos incluidos, previo pago. Era perfecto.

Llevaba cinco años como diseñador gráfico en una empresa muy importante, de modo que el dinero no era un problema demasiado importante. Les expuse mi caso y me dijeron que sería una operación fácil y sencilla, a partir de un retoque en la retina y una aplicación láser.

El tres de abril del dos mil tres entré en la sala de operaciones. No hubo ningún problema. El color era perfecto y la intervención salió a pedir de boca. Al recuperarme de la anestesia vino el doctor a visitarme, pero también a decirme que no se me ocurriera quitarme el vendaje antes de dos semanas o podría tener dificultades para ver bien. Qué mas daban dos semanas más...

Era fácil aguantarlo, al fin y al cabo había pasado por mucho para llegar hasta ahí, pero... ¿y si no quedaba justo como yo quería?. No podían repetir la operación, y en realidad nadie ha garantizado el resultado al cien por cien. Veintiocho años esperando...Necesitaba ver si mi sueño estaba cumplido, ¡no podía aguantar, necesitaba ver!. Me quité el vendaje el cuarto día.

Sabes, no me importa tropezarme con todo, tener que ir más despacio, haber perdido mi fantástico trabajo o leer con los dedos. Sólo hay dos cosas que verdaderamente me dan rabia: una, que sólo pude ver mis ojos azules unos segundos antes de quedarme ciego; la otra..., la otra es que ya casi no recuerdo el color azul.

martes, 9 de marzo de 2010

TV or not TV

Desde hace unos añitos, exactamente desde que mi amiguete Nacho me dejó en bloque las cinco temporadas de la serie de TV Alias (por cierto, del mismo productor que Perdidos, Felicity, Fringe...), apenas veo este tipo de espacios televisivos en su medio natural, es decir, la TV.
El por qué es muy sencillo: internet. Son varias las webs en las que puedes encontrar series de toda la vida, actuales e incluso aquellas que ni siquiera han llegado aún hasta nosotros desde allende los mares.

Pero esa no es la explicación principal, sino que únicamente es la herramienta. La clave real es que en internet -ya sea vía descarga o vía visualización on line- podemos disfrutar de capítulos sin publicidad y, en muchos casos, en versión original subtitulada en español (lo que posteriormente implica el claro riesgo de no poder ver la serie en castellano por que chirría que da gusto).

Ejemplo de lo que digo: Lost-Perdidos, que en Estados Unidos la emiten el martes por la noche, al igual que en España lo hace Cuatro-, pero que allí lleva una semana de ventaja. Conclusión: podré reventarles el final a todos aquellos que lo ven en la TV...aunque seré bueno y estaré calladito, prometido. Y además disfrutar de las caritas y susurros de sufridor del 1,2,3 de Jack, las maldiciones de Sawyer o las sentencias de John -o quien sea- en su english pitinglis original.

Temáticas de todos los gustos y colores, desde la psicología (In Treatment), a la ciencia ficción (remake de "V"), pasando por vampiros (True Blood), visiones del futuro (Fashforward), análisis de microexpresiones para resolver crímenes (Lie to me)...series que en gran medida han llegado a España en la misma temporada de emisión que en USA, pero que prefiero seguir viendo en internet por lo arriba expuesto.

TV or not TV, that´s the question...

P.D. Mi recomendación personal: Fringe, apenas lleva dos temporadas, así que os podéis poner al día rápido.
P.D. En la mayoría de estas webs también podréis disfrutar de películas, documentales...

lunes, 8 de marzo de 2010

Peñarroilla

- ¿Consigues ver algo?

- Pues casi nada. No entiendo como nos ha podido pillar tan rápido, si parecía que estaba a tomar por saco.

Llevaban todo el día recorriendo los distintos lugares que les habían indicado la tarde anterior en la oficina de turismo, pero a eso de las seis decidieron ir a investigar un poco y adentrarse por una carretera comarcal en malas condiciones, buscando sitios desconocidos, poco frecuentados por los domingueros de turno.

La nieve comenzó a caer media hora después, al principio de forma suave, casi de mentira, pero luego aumentó la fuerza del viento y la intensidad de la nevada, tanto que apenas pudieron llegar al coche sin despistarse

- Raúl, el mapa casi ni marca esta carretera, sólo aparece una línea muy finita que parece que corresponde a una pista forestal, pero no sé donde lleva.

- Tenemos medio depósito, así que podemos parar y tirar a ratos esta noche con el aire acondicionado, por que no me atrevo a seguir por aquí sin ver nada.

- Espera, mira...aquí aparece algo. Parece un pueblo, aunque viene escrito muy pequeño...Peñarroilla. Según esto no puede quedar lejos. Podríamos intentar hacer un poco más de camino despacio a ver si encontramos algo, ¿vale?

- Que remedio, por intentarlo...

Durante quince minutos la tensión les impidió hablar, imaginándose cada uno cómo prepararse mejor para dormir esa noche en el coche a temperaturas bajo cero. Laura buscó en las mochilas y sacó las mejores prendas de abrigo que habían llevado, junto con la mantita de viaje que siempre guardaban en una bolsa bajo en asiento del copiloto.

Sin embargo, mientras ella seguía revolviendo las mochilas para coger no sé que más, Raúl frenó bruscamente, lo que hizo que el coche patinara sin control y chocara contra uno de los árboles del lateral del camino.

- Laura ¿Estás bien?

- Joder...¿pero qué ha pasado, por que frenas así? Si, creo que no me he hecho nada, bueno, salvo el codo, me he dado con la ventana.

- Perdona, perdona.

- ¿Había algo o qué?

- Me pareció ver un animal que se cruzaba o algo así. Voy a ver.

Bajó del coche y fue unos metros atrás, buscando el inicio del patinazo para ver si había alguna huella de animal o algo que le indicara qué se había cruzado. Observó la zona un par de minutos y regresó con Laura.

- Creí ver algo, pero la verdad es que no lo juraría. Creo que la nieve me ha engañado y me hace ver cosas que no hay.

- Bueno, no te preocupes, los dos estamos bien, tampoco pasa nada.

- Algo sí, creo que se ha jodido la rueda delantera de tu lado y me da que va a ser complicado cambiarla.

- Entonces...

- Entonces nada, vamos a ver qué podemos hacer. ¿A qué distancia estaba ese pueblo desde el desvío?

- No sé, aquí pone 4 kilómetros, pero cualquiera sabe.

- Llevábamos conduciendo un rato, o sea que no podemos estar demasiado lejos. Intentemos llegar hasta allí con las mochilas, la manta y algo de comida y agua, seguro que hay alguien y si no siempre podremos entrar en algún refugio o alguna casa vacía o algo así.

- Coño Raúl, ¿Estás de guasa o qué? Y si no hay pueblo o si no hay nadie o peor, si hay alguien y no nos da refugio, nos chupamos la paseata y otra de vuelta. Y a saber quien habrá allí.

- Vamos a ver. La ventana donde te has dado está rota, si quieres nos quedamos aquí y palmamos helados sin darnos ni cuenta. Vayamos, si vemos que la cosa está mal nos volvemos, al menos ese rato habremos andado y estaremos calientes. De todas formas podemos intentar tapar la ventana de alguna manera.

- Bufffffff. No me mola nada la idea, pero puede que tengas razón...

Sacaron las mochilas, pusieron el poster de “Teruel existe” que les habían dado en la oficina de turismo tapando el agujero, cerraron el coche y comenzaron a andar.

La noche era muy extraña, nevando sin parar, con un fuerte viento y con una oscuridad más grisácea que negruzca. Decidieron seguir la pista forestal durante veinte minutos y si no encontraban nada se darían la vuelta, ya que probablemente más tiempo fuera de un refugio les haría congelarse.

- Mira Laura, hay una luz...

- Bien. Al menos aquí vive alguien...a ver que nos dice.

Llegaron a la puerta de la casa, la única que seguía en pie de un pequeño pueblo que no tendría más de veinte viviendas y una pequeña iglesia, que era poco más que una capilla.

Tocaron a la puerta, pero nadie abrió. Repitieron y esta vez hubo más suerte, aunque la respuesta llegó desde su espalda.

- Qué hay...

- Eh, vaya...Buenas noches, perdone que le molestemos, es que nos hemos quedado tirados con el coche, vimos en el mapa que había un pueblo cercano y decidimos seguir el camino a ver si nos podían dar refugio o echarnos una mano esta noche.

- Vaya, hace mucho que no venía nadie por aquí...pasen.

Entraron los tres en la casa, una construcción no demasiado grande, pero bastante acogedora, sobre todo por el fuego que calentaba la habitación central.

La pareja observó los muebles y los diferentes objetos de la sala mientras se quitaban las mochilas y los abrigos, y los dos acabaron el recorrido en el mismo punto, una pequeña pizarra colgada de una pared que tenía dibujadas un montón de rayas verticales.

- Muchas gracias caballero. Me llamo Raúl y ella es mi mujer, Laura.

- Ah, encantado, yo soy Esteban.

- Menos mal que le hemos encontrado –dijo Laura- ya me temía que tendríamos que regresar al coche e intentar apañarnos allí.

- Bueno, no se preocupen, caliéntense un poco que voy a buscarles algo de comer.

- No se moleste...

- No, no me molesto. Voy a por ello.

Esteban era un hombre bastante mayor, un tipo que podría pasar inadvertido en cualquier pueblo, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco...Sin embargo, tenía algo que le hacía peculiar: las manos, Tenía unas manos fuertes, casi desproporcionadas para el tamaño del hombre, con unos dedos gruesos y potentes que llamaban la atención desde el primer instante.

Volvió con comida para los dos, un poco de sopa caliente y algo de carne, y se sentó a la mesa con ellos mientras les miraba con curiosidad.

- No esperaba ver a nadie por aquí, y menos con este tiempo.

- La culpa fue mía, que me empeñé en ver sitios que los turistas habituales se pierden –dijo Raúl-, en cualquier caso me alegro de haberle encontrado.

- Si, si...-respondía el viejo.

- Por cierto, ¿le puedo preguntar algo?

- Claro, si no es muy difícil señorita, jeje –la primera sonrisa de Estaban acabó de dar calor a la casa, como si fuese lógico que todo lo que pasaba esa tarde de pronto encajara- Ya estoy mayor para complicaciones, jeje.

- Ja, ja. No, es sólo que me ha llamado la atención verle fuera de la casa con este tiempo. No traía nada y me ha parecido curioso.

- Ah. En realidad no es que hubiera salido, es que no había entrado todavía.

- ¿Con este tiempo? ¿Pero tiene animales o algo? –siguió Laura.

- No, no...acababa la jornada. Mi tarea consiste en mantener este pueblo en pie, y eso es lo primero.

- Pero...

- Je, je...mañana señorita, mañana, ahora les dejo cenar a gusto y me voy a dormir, que mañana hay mucho que hacer, je je.

Esteban les indicó dónde podían dormir y se dirigió a su habitación. Raúl y Laura se quedaron bastante perplejos ante la situación, extrañados y relajados al mismo tiempo.

Cuando acabaron la cena lavaron los platos y se dirigieron a la habitación, donde encontraron una cama de matrimonio preparada para ser ocupada, como si la hubieran acondicionado expresamente para ellos.

Resistiendo al sueño, comentaron lo que les había pasado durante toda la tarde-noche, pero sobre todo desde su llegada al pueblo y las sensaciones que ambos habían percibido al entrar en la casa. Les llamaba la atención la pizarra de la pared, la cama de matrimonio preparada y las palabras de Esteban cuando le preguntó Laura por la tarea.

- Es tan...raro, como si estuviera previsto.

- Si. –Laura le hablaba sin abrir los ojos- Mejor duerme, por que creo que si le damos muchas vueltas ahora no pegaremos ojo.

- Como si nos estuviera esperando.

La última frase ya no la escuchó Laura, que se había dormido rápidamente y comenzaba a soñar con una tarde diferente a la que habían tenido, en la que recorrían paisajes preciosos, llenos de árboles y olores penetrantes, antes de llegar a una casa rural de cuento, donde les esperaba un baño calentito.

- Buenos días, cielo -Raúl estaba de muy buen humor y ya se había lavado-. Creo que Esteban se ha levantado, por que hay un desayuno para dos en la mesa, pero a él no le encuentro.

- Mmmmmmmm –desperezándose-, ¿Qué tiempo hace?

- No te lo vas a creer, un día impresionante, seguro que hoy acabamos en manga corta, por que a estas horas ya se nota el solete.

- A ver si podemos ir a por el coche y arreglamos la rueda. Me siento a gusto aquí, pero quiero volver a casa.

El desayuno les acabó de despertar y de nuevo limpiaron los cacharros al acabar, colocando las cosas en el fregadero como creían que mejor estaban, ya que no sabían el lugar de cada cosa.

Después de recoger el cuarto y hacer la cama, cogieron las mochilas y los abrigos y salieron de la casa. Lo que vieron les llamó tanto la atención que dejaron las mochilas en el suelo y se dirigieron al lugar donde Esteban se encontraba.

- Buenos días, Esteban.

- Ah, hola. ¿Qué tal la noche?

- Ehhh, bien bien, de nuevo gracias por todo...Perdone, ¿Qué hace?

- Esto, nada, es mi tarea, cuidar del pueblo, lo que os dije anoche.

- Pero, las casas tienen dueño –preguntó Laura.

- Claro mujer, cada casa tiene un dueño, aunque el propio dueño aún no lo sepa.

- No comprendo a que se refiere, la verdad. Pero, si tienen dueño ¿Por qué está quitando las piedras de esa casa y las pone en esa otra?

Esteban cogía las piedras que formaban la pared de una casa y, una a una y con sus propias manos, las llevaba a otra casa, colocándolas en una pared que poco a poco iba creciendo en el proceso.

- Por que las casas tienen dueño, pero tienen su propia vida y necesitan compartir su experiencia con el resto de las casas. Mi tarea es que eso pueda hacerse. Mantengo el orden del pueblo manteniendo la vida de las casas.

- Entonces –ahora Raúl se dirigía a él- su labor es ésta, derruir una casa en pie para levantar otra con los mismos materiales...

- No, Raúl, mi misión es cambiar el orden de lo que hay para que siga existiendo y mejorando.

Laura y Raúl se miraron sin saber muy bien qué decir, sin saber si querían preguntarle más al hombre que les había acogido, sin saber si tenía algún sentido lo que les decía, sin saber nada.

Volvieron a agradecerle a Esteban el refugio y los alimentos, a lo que el hombre respondió “Es mi misión”, ofreciéndoles una sonrisa sincera como último presente.

Fueron a por las mochilas que habían dejado a la puerta de la casa y, justo antes de irse, el hombre les dijo desde la distancia:

- Ah, casi me olvido, por favor, ¿podéis poner una rayita en la pizarra de dentro de la casa?

- ¿la pizarra de la sala? –contestaron al unísono.

- Si, es importante para mi....gracias.

Fue Laura quien entró de nuevo en la vivienda y marcó una raya más a las muchas ya existentes, sin saber muy bien qué significaba aquello, aunque de nuevo parecía encajar.

Se despidieron desde la distancia y la pareja tomó el camino de vuelta hacia el coche, al que llegaron pasado poco rato. Gran parte de la nieve había desaparecido y el cambio del neumático fue fácil, por lo que pronto pudieron sacar el coche de la cuneta y comprobaron que los daños eran más estéticos que de mecánica.

Al cabo de una hora conducían por la autopista de regreso a Madrid, sólo hablando para opinar acerca de lo bonito del paisaje o la suerte de haber encontrado el coche en un estado menos lamentable de lo que imaginaban. Ni una palabra acerca del pueblo o del anfitrión de la noche anterior.

Pararon en una gasolinera aproximadamente a 200 kilómetros de Madrid y decidieron almorzar en una estación de servicio después de llenar de combustible el depósito. Pidieron unas pulgas y unas coca-colas y se sentaron cerca de una ventana para poder observar la carretera y los coches que volaban sobre ella.

- Anoche soñé algo curioso –empezó Laura-. Era como si la tarde de ayer hubiera sido otra y no hubiéramos tomado ese camino, como si hubiéramos salido por otro sitio y hubiésemos visto sitios muy bonitos antes de anochecer. Luego llegábamos a un hostal, no, a una casa rural...

- Los Alfares.

- ¿Cómo?

- Esa casa rural, se llamaba Los Alfares.

- ¿Cómo puedes saber eso?

- Por que hemos soñado lo mismo.

- A ver, me dices que hemos soñado lo mismo...no puede ser.

Los dos se miraron aturdidos, intentando en silencio recordar detalles del sueño, que cada vez parecía más claro, más real, llegando incluso a percibir el aroma de las flores de la entrada, el sabor de la cena caliente, el barullo que montaban otros clientes dos mesas más allá...

- Raúl –preguntó en Laura- ¿Cómo se llamaba ese señor, el de ayer?

- ¿Qué señor, Laura?

- Si hombre, ese...ese...no sé, ya recordaré. Pues eso, te decía que anoche soñé que volvíamos a tener un golpe y nos quedábamos en la nieve y nos buscábamos la vida por ahí.

- Si, ya me dijiste algo esta mañana, me suena. Y déjate de golpes que con el que nos dimos ayer con el árbol del parking es suficiente, jaja.

Llegaron a Madrid a la hora de comer y tras la manida frase de “otra vez en casa”, volvieron a su rutina semanal sin preocuparse mucho más por lo que hicieron el fin de semana, pero contentos de haberlo pasado fuera de la ciudad.

Varios meses después Laura comenzaba de nuevo el curso, era profesora de primaria en un colegio del sur de Madrid, así que organizó las clases para el año, preparó un par de excursiones y recogió de Secretaría las listas de alumnos.

Leyó veinticinco nombres, pero se paro en el número veintiséis, una niña llamada Lucía García Peñarroilla, sin saber muy bien por qué ese nombre le sonaba familiar. Miró en actas de alumnos de cursos anteriores por si era la hermana de algún niño que hubiera estudiado allí antes, pero nada. Apuntó el nombre en un papel y acabó lo que estaba haciendo antes de ir a casa.

- Raúl.

- Dime.

- Mira, a ver si te suena el nombre de esta niña de algo. Es que va a ser alumna del próximo curso y su nombre me es muy familiar. He mirado en los archivos del cole y nada, así que pensé que quizás era de otra cosa.

- A ver. Lucía García Peñarroilla. Mmmm, pues también me suena, pero no sé de qué.

- ¿Verdad? A ver si hay alguien famoso que se llame así o parecido.

- Voy a ver en internet, es que me suena mucho, pero mucho mucho.

Nada más conectarse se metieron en un buscador y escribieron el nombre de la niña. La pantalla se llenó de Lucías y Garcías, así que decidieron empezar por lo que era más fácil de descartar en caso de que no les diera ningún resultado afortunado.

Peñarroilla....buscar

Sólo encontraron una página relacionada: “Peñarroilla ¿Alguien más?”. Clickaron en el enlace y apareció una página con un simple texto:

“En 1999 tuve un problema mientras hacía trekking con un compañero en la Sierra de Francia, en Salamanca. Cayó una niebla impresionante mientras estábamos a mitad de recorrido y nos perdimos, incluso nos costaba vernos a menos de un par de metros, por lo que decidimos atarnos con una cuerda. Fue buena idea por que yo caí en un cortado y mi amigo pudo sujetarme por un pelo. Me rompí una pierna y a mi compañero se le salió el hombro, así que mala pinta tenía el asunto.

Sin embargo, en una dirección la niebla no era tan densa y vimos la luz de una casa de piedra. Mi compañero cargó conmigo hasta allí, un pequeño pueblo que parecía abandonado a excepción de una casa que tenía luz. Llamamos a la puerta varias veces, pero el dueño apareció detrás de nosotros y nos acogió de forma hospitalaria, aunque sin mucha conversación.

La mañana siguiente era luminosa y mi pierna parecía distinta, no estaba rota, sino con un fuerte esguince. Me la vendé, sujetándola bien, y le pedimos consejo al señor acerca de cómo volver al hostal en el que teníamos las maletas, a lo que nos contestó mientras cargaba piedras de una casa a otra, lo que nos llamó la atención. No quisimos preguntarle más por no molestarle, le dimos las gracias y nos fuimos después de poner una raya en una pizarra que tenía en la casa.

Olvidé todo, de hecho no recordaba nada de aquello, hasta que tuve que realizar un examen de geografía de la provincia de Salamanca, para lo cual tuve que estudiar mapas topográficos y toponímicos. Busqué la zona del accidente y no encontré nada raro, salvo el hecho de que no conseguía localizar un pueblo del que no recordaba el nombre. Tres días necesité para traerlo a mi memoria, pero no aparecía en los mapas. Quizá me había equivocado de nombre, pero algo me decía que eso no era. Miré la guía de pueblos de mi mapa de carreteras y de otros dos más, busqué en internet y nada de nada.

El pueblo no existe, el señor (Esteban) tampoco existe. ¿Cómo pudieron entonces salvarnos la vida?

Si alguien más sabe de Peñarroilla que escriba en este foro, espero no ser el único por que es para volverse loco”.

Raúl y Laura recordaron todo de golpe, la nieve, el choque, a Esteban, las conversaciones.... Cogieron el mapa de carreteras donde vieron la indicación del pueblo. Nada.

- Como si nos estuvieran esperando –dijo Raúl. Eso era, nos estaba esperando.

- Sigue leyendo, hay otras historias.

- “1967, inundación en la provincia de Valencia, muchísima agua e incomunicados, llegamos a un pueblo llamado Peñarroilla con un señor que nos dejó dormir en su casa, la única que parecía habitada. El señor se llama Esteban. Cuando yo puse la raya ya había muchas”.

“1978, Asturias, siguiendo una oveja perdida me extravié en la tormenta, me acogió Esteban de Peñarroilla, un pueblo casi abandonado. Una raya es mía”.

1981, Huelva; 1990, Tarragona; 1884, Sierra de Madrid (“le pasó a mi tatarabuelo”)...

- Tengo los pelos de punta, Raúl.

- Gracias a Esteban cielo, gracias a Esteban.